martes, 20 de noviembre de 2018

La luz de ella



Se recostaba sobre mí,

me acariciaba dulcemente,

se reía de mí,

de esa lluvia de suspiros míos

cayendo suaves sobre ella.

Volaba sin límites

por las líneas azules de la tarde

hacia cielos infinitos

con un solo pestañeo.

Estaba de paso

y al mismo tiempo

se quedaba para siempre en mi piel.

Era traviesa,

inconstante, dulce, insistente

como esos soles que nunca terminan

cuando nos perdemos

en las orillas de los otros.

No acababa nunca,

era un instante que de hora en hora

seguía ahí

prendido a todo lo que mi andar

tocara o no.

Ahora que estoy ciego,

a oscuras de ella,

cómo extraño la luz de su mirada.