Fue
en el verano
de
mis quince años.
Al
salir del mar la vi pasar.
Desde
ese día le quise hablar,
la
adoraba en silencio,
la
sentía correr por mis venas,
la
imaginaba siempre,
la
soñaba
cada noche
y
esperaba su regreso en la tarde
mientras
me fumaba
cada
esperanza que tuviera,
la
imaginaba caminando conmigo
tomados
de la mano.
Y
un día, cuando ya los días
eran
más cortos
y
la playa donde viví
este
amor imposible
se
quedaba casi sin visitantes,
mientras
yo comía
el último helado de fresa
el último helado de fresa
de
ese largo y cálido verano
me
habló
sin
saber que ya la amaba.