Una
noche
en
que llovían
oscuridades
por
calles y corazones,
negros
presagios
de ausencias,
de
soledades
sin
luz ni fuego,
una
noche
en
que un río
de
silencios
ahogaba
la casa,
desbarataba
sueños
y
escondía
la
esperanza,
una
noche
en
que extrañaba
las
mil vidas
que
había perdido
y
los amores
que
habían tejido
su
destino,
ese
andar sin rumbo
salvo
seguir hacia
adelante,
hacia
otra geografía
donde
ese
último
que
un día será
entienda
al fin
que
está hecho
de
mil tristezas,
de
las penas
que
dejó en tantos
lechos
deshechos
en llanto,
que
ese último
que le mira aterrado
comprenda
que es él,
el
condenado a estar solo.
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